martes, 29 de mayo de 2007

¡En cuarto grado comenzamos a leer una novela!!!



Se trata de Historia de un amor exagerado de Graciela Montes.
Estuvimos trabajando en clase investigando la biografía de la autora, visitando su página web, leyendo entrevistas que le han hecho.

Aquí les presentamos algunos datos biográficos:

Graciela Montes nació en Buenos Aires, Argentina el 18 de marzo de 1947.
En el año 1971 se recibió Profesora en Letras, estudios que cursó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Durante más de 20 años trabajó en el Centro Editor de América Latina, donde dirigió la colección de literatura infantil “Los cuentos del Chiribitil”. Allí se desempeñó como correctora, secretaria de redacción, traductora, editora y directora de la colección. Fue miembro fundador de ALIJA (Asociación Argentina de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina) y cofundadora y codirectora de la revista cultural "La Mancha", papeles de literatura infantil y juvenil durante sus dos primeros años.
Fue nominada candidata por la Argentina al Premio Internacional Hans Christian Andersen en 1996, 1998 y 2000.

A continuación transcribimos sus palabras, tomadas de una entrevista que leímos:

Entrevista realizada en junio de 2006, en el barrio de Colegiales, Buenos Aires.

Una ficción sin alegorías
Tengo la sensación, cuando escribo para los chicos, de que voy a poder contar. Tengo una confianza, yo creo que la palabra es ésa. No que no haya búsqueda, pero hay como un optimismo. Una alegría. Una confianza, que en el caso de la literatura para los adultos, la literatura adulta, que se mete en otros berenjenales, que usa una orquesta muchísimo más variada, que está traspasada de intertextos miles, hay más oscuridad, digamos. Oscuridad que a veces uno necesita y que uno busca... La alegoría, que sería como la pata didáctica o pedagógica y que ha sido muy explotada en la literatura infantil, es un género que tiene derecho a existir. No es mi género, no es donde yo me siento cómoda. Pero tampoco tengo ninguna condena para los que hagan una alegoría. Me parece que hay que aceptar que son géneros. Pero lo mío es más bien la imagen. Cuando tengo que explicar alguna cosa a los chicos, o enseñar alguna cosa, como el libro del golpe, no uso alegorías. Hago una crónica, digo las cosas como se las digo a un adulto, tal vez aliviando un poco o haciendo más sencillo, pero nada más.